Hubo un tiempo en que decir “izquierda” era sinónimo de justicia social, poesía comprometida, guitarras de palo y libros con olor a lucha. Los artistas y pensadores más brillantes del mundo hispano se alineaban con ella casi por inercia moral: era la causa correcta, la trinchera justa, el relato épico. Pero el tiempo, como siempre, pasa la cuenta.
Hoy, no son pocos los que miran a la izquierda con decepción, escepticismo o directamente rechazo. Algunos lo hacen en silencio. Otros, a viva voz. Y varios se han atrevido a cruzar la vereda: del progresismo al liberalismo, del marxismo al mercado, del zurdismo cool al libertarismo 3.0.
A lo largo del siglo XX y XXI numerosos referentes del arte la música, la literatura y el cine abrazaron en su juventud los ideales del marxismo, muchas veces como una forma de rebeldía contra un supuesto orden establecido y el imperialismo, como defensa de la justicia social y la desigualdad o como un grito de libertad. Pero como era natural, en los últimos años una nueva tendencia a comenzado a emerger: muchos de ellos han terminado abrazando ideas liberales, conservadoras o libertarias debido a la decepción no sólo política, sino que también moral e intelectual
La izquierda solía representar la vanguardia moral, las causas justas, la poesía de protesta. Ahora, muchos de sus antiguos defensores no solo se han retirado del escenario, sino que lo han cambiado por el de una derecha liberal o conservadora. Muchos han terminado por darse cuenta que la lucha por los mal llamados derechos sociales, aunque buen intencionados en su origen van siempre en detrimento de los derechos naturales -la vida, la propiedad y la libertad- y por lo tanto funcionan como instrumentos de control estatal, limitación de libertades individuales y apropiación del fruto del trabajo y acciones de otros.
Uno de los primeros y más emblemáticos en recorrer este camino fue Mario Vargas llosa, quien en su juventud fue un admirador de socialismo revolucionario y defendió abiertamente la Revolución Cubana en los años 60, pero la realidad castrista lo marcó con un fuerte baño de realidad, la realidad autoritaria que no era la utopía esperada. “Cuando se priorizan los derechos sociales por sobre los derechos individuales, se termina cediendo la esencia misma de la libertad. La propiedad deja de ser inviolable y la vida se subordina a los designios del Estado”
Joaquín Sabina es otro desencantado de la izquierda. En 2023 el artista reconoció que el “fracaso feroz del comunismo” y la deriva de esta ideología en América Latina le “rompieron el corazón”
Fito Páez en las últimas semanas se ha sumado a la larga lista de artistas decepcionados con la izquierda, distanciándose de estas ideas al enfrentarse a la realidad. Para muchos el punto de inflexión llego al ver como esos ideales cuando se llevaron a la práctica en regímenes concretos, derivaron en autoritarios censura o corrupción. “Mira han pasado 64 años, ya no funcionó, basta de echar la culpa al bloqueo norteamericano, hay sistemas que fracasan y ya” indicando también: ”…finalmente las utopías no sirven para nada. El fracaso del marxismo europeo y americano hay que decirlo sin tapujos, sin fijarse en la corrección política que es otra cosa abominable… los años te van afilando el cuello de botella y te es más fácil entender las cosas con toda la experiencia encima” afirmaba Páez en una entrevista en la televisión española.
Otras grandes figuras del mundo de la música, como Bob Dylan estuvieron inicialmente ligados a movimientos de izquierda. En sus primeros años, Bob Dylan fue un referente del folk estadounidense, muy ligado a los derechos civiles, el pacifismo y antirracismo y considerado un portavoz del cambio social progresista. Pero ya en esa etapa ya rechazó el rol político que le quisieron imponer y a mediados de la década de los ´60 se volcó a un estilo diferente, alejándose de la denuncia de la canción de protesta para luego convertirse a la religión evangélica cuando ya sus canciones pasaron a tener un tono conservador y moralista. Su célebre frase “yo no pertenezco a nadie, no sigo movimientos ni partidos”- lo posicionan más cerca del libertarismo filosófico
Andrés Calamaro ha dejado entrever en los últimos años sus posturas políticas, generando controversias, ya que lejos de mantenerse en una neutralidad artística tradicional ha expresado opiniones que lo alinean con una visión liberal de la política y economía, mostrando simpatía explicita por Javier Milei, exponente del liberalismo libertario. Ha defendido la libertad individual, la economía de mercado y ha alabado a Milei por ir de frente contra el progresismo y desafiar el statu quo político y la decadencia institucional producto del populismo progresismo dominante de las ultimas décadas. Especialmente crítico con el autoritarismo cultural, con la cultura de la cancelación y con el progresismo como patrulleros de la moral progresista. Calamaro ha confesado que siempre su sensibilidad ha estado del lado de la libertad, tanto artística como política.
Pablo Milanés es otro exponente, que en sus últimos años hizo fuertes críticas al castrismo, después de haber sido portavoz de la revolución cubana por décadas. “El estalinismo sigue vigente, y la represión impide las protestas callejeras; la huelga es imposible porque no hay sindicatos independientes y la prensa cubana calla o es cómplice”, afirmó en una entrevista televisiva en 2015.
Enrique Bunbury, quien ha mostrado ideas cercanas al liberalismo y su cercanía a las ideas de Antonio Escohotado, un destacado intelectual liberal español.
Artistas como Ted Nugent, Eric Clapton, Clint Eastwood, o Chuck Norris, Johnny Ramone o Charly García, así como James Hatfield de Metallica, banda de heavy metal que compuso el tema Dont Tread On Me, slogan de los movimientos libertarios mundiales e incluso artistas urbanos como Daddy Yanky o el cantante argentino de cumbia villera Dipy, Juanes o Ricardo Montaner se han declarado de una u otra forma en contra del progresismo, la cultura woke y de la cancelación y de la corrección política.
Chilenos que han transitado por este sendero encontramos a Tom Araya de la banda Slayer o figuras como Américo o Alberto Plaza, quien como ícono de la balada romántica, pasó de ser considerado un artista comprometido con los derechos sociales y cercano a la trova a ser un referente conservador, crítico del feminismo radical, del aborto y del “progresismo tóxico”. Plaza no tiene reparos en polemizar en redes y medios, declarando abiertamente: “La izquierda se volvió intolerante, autoritaria y alejada de las preocupaciones reales de la gente común”.
Estos casos no apuntan a un simple cambio de preferencia política, sino a una refundación intelectual: del ideal colectivo a la apuesta por el individuo, del Estado todopoderoso al ciudadano autónomo. No se trata solo de que estos pensadores y artistas se volvieran de derecha: es que la izquierda cambió de piel, muchos de ellos buscaban un ideal de libertad, pero la izquierda mostró sus verdaderos ropajes y entonces prefirieron el nuevo -o no tan nuevo- traje liberal. Ya no es cuestión de códigos rojos o azules, sino de elegir si uno quiere pertenecer a una causa colectiva o ser dueño de sí mismo.
Columna de Monserrat Pacull
Levantamiento del secreto bancario como camino hacia el control estatal

Escritora con mas de 10 años al servicio de la comunidad